A estas alturas todos sabemos que las elecciones a la presidencia del gobierno francés se acercan. Por los que todavía lo ignoraban, me pregunto en qué sociedad alejada de todo ruido mediático vivís. Incluso puede ser que os tenga un poco de envidia.
Aunque el debate político puede resultar apasionante, hay veces que roza el ridículo. Parece ser que a nosotros los franceses nos gusta montar el espectáculo y crear algún que otro escandalillo...
Por eso no me adentraré en las profundidades ideológicas de esas elecciones y me centraré en contar cómo se viven desde el otro lado de la frontera.
No podré acudir a las urnas los próximos 22 de abril y 6 de mayo. ¡Pero cuidado! No es por eso que haré engordar las vergonzosas cifras de la abstención. Según mi entender el voto, más que un derecho, debería considerarse como un deber del ciudadano. Quizás sobre este asunto soy un poco extrema pero creo que podríamos plantearnos adoptar las medidas de algunos países como Australia, Bélgica o Brasil en los que el voto es obligatorio.
Entonces os preguntaréis: ¿Cómo hago para dar a entender mi opinión en la sociedad si no me desplazo hasta mi colegio electoral? El voto por correo no existe en Francia. Tampoco me apunté como residente en la embajada de Francia en Madrid. De un lado porque me sigue interesando la política local de mi ciudad (Toulouse). El otro lado está compuesto de diversos elementos, entre ellos una pizca de pereza, ya que cuando me interesé sobre el asunto me pareció bastante complicado. También creo que no me gusta la idea que mi querido gobierno sepa todo de lo que hago. Sí, a veces también tengo mi toque rebelde.
Entonces la posibilidad de ir a votar en la embajada también se cierra para mi.
¿Qué opción me queda?
Es aquí que se abre para mi el maravilloso mundo del voto por procuración.
Este gran invento de la quinta república consiste en elegir un mandatario, al poder ser una persona de confianza ya que este puede poner la papeleta que más le guste en el sobre a la hora de la verdad. Haciendo eso, le otorgamos nuestro derecho al voto. El día del comicio simplemente tendrá que informar al presidente de su mesa electoral que tiene una procuración, y tendrá la posibilidad de introducir dos sobres en la urna.
Sé que me estáis viendo llegar, y que como en toda historia que merezca la pena ser contada, hay un “pero”.
Para poder llevar a cabo este emocionante acto ciudadano, hay que acudir previamente a la fantástica administración francesa y rellenar como no una serie de formularios.
Una epopeya digna del “Vuelva usted mañana” de Larra.
Para los que quieran seguir mis pasos, os aconsejaré la vía más sencilla para hacerlo: acudir a la comisaría de policía. Cuando más pequeña mejor, ya que en la central de Toulouse para tomar un ejemplo, he llegado a ver unas colas dignas de Doña Manolita en época navideña. En cambio en la de mi barrio tardé unos veinte minutos para llevar a cabo el proceso.
Cuando faltan apenas doce días antes de la primera vuelta, me quite esta mañana un gran peso de encima, otorgando mi voto a una de mis hermanas.
Hasta podría decir que gracias a esa visita a la comisaría vuelvo a tener esperanza en mis paisanos. Cuando acude éramos cinco personas rellenando el maldito formulario. Para un martes por la mañana no está mal.
Quizás dentro de poco podremos dejar de avergonzarnos por nuestras altas cifras de abstención para poder centrarnos en otra de nuestros logros nacionales: los pésimos resultados de nuestros deportistas. Pero este es otro debate...